Se llenaron los pétalos de aromas indecisos y las hojas se marchitaron de palabras fugitivas. Se cortaron los tallos con miradas de dolor, y sus raíces se anestesiaron -suavemente- para el momento del adiós.
Y ahí nos encontramos… deprimidas, bajoneadas, con ganas de nada y sin ganas de todo. Nos descubrimos frágiles, corrompibles, vulnerables. Y ahora ya no quedan sueños en los cuáles sumergirse; entonces llegan las preguntas… ¿Por qué, por qué, por qué?, y las ansiadas respuestas jamás llegan.
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