viernes, 31 de julio de 2009

La confusión me acecha; debí alejarme –porque sentía que mis pasos ya no podían perseguir a un imposible- pero cuando lo hice, algo dentro de mí se quebró, una suerte de vació irreparable cubrió mi mirada. La brisa, que danzaba cerca, me susurró al oído que nuevos aromas renacerían con la resignación, que mi piel volvería a erizarse con solo encender el cercano recuerdo.
¿Cuántos sentimientos me habré perdido por mantenerme aferrada a la nada?
No deseo más melancolía indecisa ni frases inacabadas, solo pretendo robarme esta ilusión disfrazada de anónimo conocido e invitarla a sonreír.
Poco a poco me extingo. Mi alma vuela lejos de mi cuerpo, mis sueños se desdibujan con cada parpadeo. Los instantes sin saber de vos se hacen eternos. Los recuerdos -lindos- tuyos me sacan una que otra sonrisa. Pero lamentablemente mis palabras se vuelven mudas cuando intento explicarte la razón por la cuál mi corazón hoy prefiere callar. Quizá, a través de alguna disimulada palabra, entiendas que al menos hoy, prefiero cerrar los ojos, aunque sea por un instante.
Un mágico enero te vio sonrojarte ante el cielo; las nubes y las estrellas acompañaban tus vuelos inocentes al compás de tus latidos. Repentinamente, en un otoño un alma extraña te cortó las alas, encadenándote a esta naturaleza incoherente y así abandonaste el viento y tu pequeño cuerpo se poso sobre la tierra, para luego volar hacia otros horizontes, enjaulando sentimientos ajenos y dejando atrás el pasado.
Aunque te asombre, o quizá no, tus palabras me lastiman. Dejamos de ser esos cuerpos llenos de enero que deliraban por una salvación de amor inconclusa; dejamos que las cadenas de un amor pasado nos aten a otros amores que solo hacen a nuestros ojos, ojos llenos de lágrimas. Nos consume el crecimiento, el tratar de ser feliz y el cambiar. Tu alma se estremece por dentro, y al compás de la tuya, la mía también.
Aunque nuestras alas dancen en diferentes sentidos, sé que en algún rincón de este caluroso otoño, voy a volver a encontrarte.
Dibujaste una sonrisa eterna entre mis penas abiertas. Quebraste la soledad y te acercaste a mis palabras. Acariciaste suavemente mi arruinada alma. Sanaste la locura que abrigaba mi mirada.
Y ahora con tu corazón en mano, de un momento a otro me devolviste todo eso que me hiciste perder. Hoy me despido con un silencio eterno que también hiere mis oídos.
A veces me gustaria volver a tus brazos, pero ¿a que brazos?, si a los tuyos jamas los pude palpar, y siquiera rozar. Entonces vuelvo a enredarme con la fria realidad y descubro, como tantas otras veces, cuan lejos estas. Pero a pesar de la agonía que me regala este sentir, no olvido las sensaciones de papel, que creía perdidas en alguna jaula infantil, llenas de sonrisas y cosquillas, que hiciste renacer en mí.
La indecisión siempre me abraza fuerte hasta asfixiar mi razón, pero hoy prefiero elegir una noche llena de lágrimas e insomnio, pero, con una mañana llena de despedida, renovada y abierta a miradas oscuras pero profundas, a tactos indelebles. Hoy prefiero la oscuridad para mañana volver a ver el brillo del sol, ese brillo matinal que encandila a los dolores y no los deja acariciarme.
Hoy elijo desprenderme de este, ingenuo, sentimiento que mi mente creó para esperar el impacto de otro que me devuelva las sonrisas extraviadas en la melancolía.
Sus utopías se volvieron extrañamente inalcanzables y su pequeña alma dejo de creer. La soledad asfixio su infante corazón; y entre risas y llantos descubrió como todo se desvaneció. El destino la observa distante e irreparable, con sus esperanzas llenas de vacío y con su vida muerta y sin sentido.
Lejanos suenan tus susurros. Tus caricias se sienten en el extremo de aquel manso árbol. Nuestros sueños nos abrazan en el fulgor del atardecer. En los rincones de aquel cielo mi alma crece llena de ilusión. Quizá la soledad vuelva a ser el eco de mi corazón, que retumbe entre los rincones del cielo.
Cuando pensaba en el olvido, tu figura se escurría entre mis pensamientos y me tomaba de las manos para que recuerde que tus palabras jamás se irían de mi mente.
Febrero paso, y mi corazón se desahogo, como un cielo que despide sus gotas en un agosto lluvioso. Esas gotas recayeron de mis ojos para que un pañuelo de alguna anónima las seque y las haga estremecerse de dolor por ultima vez, dejándolas guardadas sin vida y con olvido.
Suave viento recorren nuestra piel y erizan nuestras almas. Nuestros pensamientos se mezclan en un eterno atardecer sin final, nuestros deseos se funden en el ocaso de nuestras palabras y nuestras mentes comienzan a suponer que nuestros labios se entrelazaran en algún sueño de nuestro inconsciente.
De pronto la noche lentamente nos sorprende y volves a escurrirte, como siempre, bajo tus dudas y tus miedos, mientras yo vuelvo a caer y abrazarme a mi soledad.

Se llenaron los pétalos de aromas indecisos y
las hojas se marchitaron de palabras fugitivas.
Se cortaron los tallos con miradas de dolor,
y sus raíces se anestesiaron -suavemente-
para el momento del adiós.

sábado, 25 de julio de 2009

Todos necesitamos sentir, amar, sufrir, odiar. Es algo que nos completa como personas, es algo que nos eleva más allá de lo normal y nos hace apreciar las cosas desde diferentes puntos de vista y tener la posibilidad de escuchar, sentir y vivir las experiencias de vida.
El equilibrio entre el cuerpo y el alma es algo tan esencial para sentirnos vivos como el aire para vivir, si no encontramos ese punto medio nuestro mundo estaría en un completo caos y todo se vería mucho mas difícil que cuando lo encontramos.
Disfrutar de cada momento obteniendo con sabiduría y con paciencia los caminos que se abren para transitar. Es bueno separarse del resto, y ver desde puntos diferentes las múltiples opciones que nos muestran, para evaluar lo bueno y lo malo y de ahí elegir. Solo necesitamos un poco de tiempo y paciencia, todo llega.