viernes, 31 de julio de 2009

Dibujaste una sonrisa eterna entre mis penas abiertas. Quebraste la soledad y te acercaste a mis palabras. Acariciaste suavemente mi arruinada alma. Sanaste la locura que abrigaba mi mirada.
Y ahora con tu corazón en mano, de un momento a otro me devolviste todo eso que me hiciste perder. Hoy me despido con un silencio eterno que también hiere mis oídos.

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